Publicidad
Centro emocional, o no
Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del water levantada.
Lo he vuelto a hacer, esta vez no recuerdo ni dónde le conocí, debo plantearme muy seriamente buscar de otra manera mi centro emocional.
En ocasiones pienso que no tengo ningún problema sentimental, simplemente soy así, al fin y al cabo hace ya dos años que él me dejó, tiempo suficiente para haberlo superado.
SUITE
Trabajo en lo que quiero, estudié para ello. Mi filosofía de vida siempre estuvo encaminada en poder disfrutar durante las diez horas al día, al menos, en las que me pongo mi bata blanca, me lavo las manos, y me enfundo mi gorro y mi máscara. Han sido muchos éxitos, muchos premios, infinidad de seminarios donde mi palabra ha sido escuchada sin interrupción alguna. Vivo entre miradas de admiración y gestos de envidia de muchos colegas. Sin que la soberbia acuda a mi debo reconocer que mi vida sexual se ha mantenido en un nivel óptimo, soy un hombre bien parecido que, además, tiene éxito en la vida ¡Y nado en dinero! Debería estar contento y agradecido por todo. Y hasta hace un par de meses lo estaba ¡Pero desde el día que la oí sólo tengo un sonido en la cabeza! En mitad de una operación a corazón abierto oigo las notas carnales de su celo deslizándose, vibrando como lombrices, por debajo de mi piel. Actúo como un autómata, cortando fibras con necrosis, cosiendo los bypass, pero mi verdadero yo vuela hasta el ático B. Las operaciones terminan, las felicitaciones abundan, los monitores emiten sus agudos pitidos y alguna enfermera se acerca a mí, rozando su bata en mi espalda, con evidentes signos de admiración. Pero yo sólo quiero escucharla a ella. Quiero entrar en su piso otra vez y experimentar de nuevo lo que debe ser estar en el Cielo. Quiero, tan sólo, que me diga: “Calla, siéntate y observa“.
Gat esquerp de peluix
He fet una festa sensible al meu cor.
Crec que ha vingut tothom
La invitació era clara:
Veniu amb il·lusions
Mostreu les vostres intencions
Deixeu fora la gravetat de paraules.
Hem menjat diverses ocurrències,
begut l’enteniment.
Hi havia rialles estridents,
tristeses amagades dins de records.
Malgrat tot,
he fet una festa.
Gràcies per l’estranya assistència,
però faig recompte
i crec que estava lluny de tot.
Fins la matinada, et vaig esperar
com un mussol,
a la foscor, he vist un gat esquerp de peluix
protegint-te el teu món.
Potser aquelles cerveses
tenien massa cos.
MAR ©Manuel Andero del Río
HAMBRE
La mayoría de las muertes por hambre se deben a desnutrición permanente. Las familias sencillamente no tienen suficientes alimentos (o tal vez no cuentan con recursos para adquirirlos debido a su carestía). Esto, a su vez, se debe a la extrema pobreza.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que unos 1500 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición, una cantidad cerca de 200 veces mayor que el número de personas que efectivamente mueren por esas causas al año. Este dato, actualizado a 2010, es de 920 millones, según informa la FAO (Organización Mundial de Agricultura)
Iniciativas contra el hambre
El 24 de agosto de 2006, se celebró la Cumbre mundial contra el hambre, liderada por los gobiernos de Brasil, Chile, España y Francia en la que mandatarios de 113 países firmaron una declaración contra el hambre en el mundo.
En el 2010 la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) lanzó el proyecto 1billionhungry el cual busca presionar a los Gobiernos para que se ocupen del tema del hambre.
"FUN" ERARIA
Qué culpa tenía él si se habían dejado ese fajo de billetes encima de la mesa? Era su culpa que la puerta estuviese abierta y desde fuera quedase a la vista ese montón de pasta? Quizás no era una señal la frase escrita en esa lápida? “ Entró en el Reino de los Cielos y obtuvo la riqueza “. Y no era una señal que en ese sitio pareciese no haber nadie? Cuatro ataúdes cerrados rodeaban otro que estaba abierto, un poco inclinado para mostrar su contenido. En su interior, un cadáver. Como todos los cadáveres tenía pinta de muerto, pero le extrañó un raro toque sintético en su semblante. También encontró muy rara la forma en que estaba vestido. Nadie viste así un cadáver a no ser que esperase recibir una parte mucho más considerable en concepto de herencia. Incluso nadie que lo hubiera apreciado como a una pulga obcecada en dibujar el atlas universal en su espalda hubiera dejado al finado luciendo esa mueca patética. Ya es bastante patética la muerte!, pensó con indignación hacia unos familiares desconocidos. Uno es un mangui, pero decente! De todos modos no aprovechar las oportunidades te convierte en un zombie, un espectro, y aunque el lugar era adecuado para pasar a cualquiera de los dos estados metafísicos, Edgar Pou se decidió.
Abrió lentamente la puerta y se oyeron unas campanillas. Suave, muy suave. Edgar se trastornó, pero la calma total del establecimiento moderó el ritmo de sus latidos. Aún así pensó que sería bueno demostrar su interés por el material expuesto, por si acaso. El lugar era macabro, pero el estilo gótico le daba un toque solemne. Le pareció estar entrando en un joyero forrado de rojo satén. Encima de una camilla con ruedas se podían ver algunas coronas de flores. La habían dejado allí de cualquier manera. Una puerta entreabierta que daba al garaje le convenció de ello.
- Hola! – dijo, intentando no alzar mucho la voz.
No contestó nadie. Para asegurar el tiro repasó la situación. Nadie por aquí, nadie por allí. Miró en el garaje y ni una alma. Se acabaron sus dudas!
Atravesó la funeraria en dirección al despacho y fue en ese momento cuando, al lado del baúl abierto, se dio cuenta de por qué se había extrañado antes. Si incluso estaba con los ojos embobados! Era un maniquí. Parecía estar ahí cumpliendo labor de reclamo. Vaya huevos! Si necesitaba el último empujón para decidirse aquello le pareció suficiente. Incluso tuvo que luchar contra una de las fuerzas más nocivas contenida en la cadena genética de la especie humana. La curiosidad! Habría sorpresa, también, en los ataúdes cerrados? Bah, lo dejaría para otro día. Tenía una labor por terminar.
En pocos segundos todo se precipitó. Ya tenía el dinero, un buen fajo, y lo conveniente era una huída rápida. Se dirigió, raudo, a la puerta principal cuando vio que dos hombres muy elegantes y de serio semblante se dirigían muy decididos hacia la tienda de los horrores. Tenía poco tiempo para reaccionar. Saldré por el garaje, pensó. No tuvo ni tiempo para abrir la puerta. Oyó el rumor de un coche entrando y apagando su motor. Si hubiera pensado lúcidamente la solución podría haber sido más lógica. Pero era lógico entrar a robar el dinero que alguien había pagado para adquirir su departamento definitivo? Era lógico entretenerse en mirar los últimos modelos de ataúd y repasar su lista de precios y las condiciones más favorables para el último viaje? Era lógico estar cara a cara con un maniquí de Zara montándose la siesta en un baúl con cara de quebiensestá? Si entras a robar en casa del enterrador y te pillan con las manos en la masa, la última cosa que puedes hacer es argumentar que estabas ahí matando el rato. El maniquí! Sí! Ya lo tenía! Sólo rezó para ser lo bastante rápido. Con esa fuerza sobrenatural que hace que una madre levante la rueda de un camión que aprisiona a su hijo, Edgar Pou abrió uno de los ataúdes que habían sido antes diana de su curiosidad. Vacío! De coña! Sin pensarlo dos veces cargó con el maniquí y lo dejó dentro, lo encerró sin hacer ruido. Él, naturalmente, esa era la idea, ocupó su lugar. Respiró profundamente y se acomodó intentando adquirir una actitud más digna que la de su predecesor.
Quieras o no, pensó, para estar cómodo en un baúl es mejor ser cadáver o maniquí. Ser un hipocondríaco claustrofóbico cargado de manías era un mal presagio. Edgar no era religioso, pero por si acaso intentaba no bromear con esas cosas. Por lo que pudiera pasar. De momento parecía tener la suerte de cara, los dos hombres no entraron al despacho ni se fijaron en las existencias. Estaban de cara a la calle, parecían esperar quién sabe qué. Edgar no se podía incorporar, pero le pareció que fumaban. Le molestaba tragarse el humo producido por los demás pero, si quería estar en su papel, si quería ser un buen muerto, no podía dejarse vencer por tonterías. Decidió concentrarse en otras cosas. Se imaginó, ya fuera de peligro, gastándose su premio en “ La Puerta del Cielo “. Se imaginaba entrando con la mano derecha alzada llena de billetes. Veía a Natasha y a Gabriela Estefanía dejando de banda cualquier compañía, mirándolo con admiración, dedicándole muecas de lujuria. Si en esos momentos los dos acólitos hubiesen repasado al maniquí no hubieran dado crédito a la protuberancia que crecía en su entrepierna unisex. Pero Edgar tenía su día de suerte, aparte de un miembro erecto con un rigor mortis exultante. Una gota de frío sudor le bajaba serpenteando por la sien y tenía todas las colmenas del mundo intentando salir de su vientre agujereándole el ombligo. Debía recuperar el control, ya había llegado muy lejos!
Los dos hombres seguían con su animada conversación que, de vez en cuando, acababa con una explosión de carcajadas. Oyó como hablaban de un cliente, un personaje popular por sus monólogos en la TV. Un cruce de la filosofía con el cinismo que les había hecho disfrutar muchas noches con sus frases ocurrentes y sus aforismos contundentes. Biel Lugo había muerto esa misma noche atropellado por el camión de las basuras cuando se dirigía a los estudios de la productora. En esos momentos estaba reciclando. “ Qué contrasentido, un nihilista arrancado de la vida mientras reciclaba“, dijo uno. El otro reía.
Edgar empezó a notar síntomas de ansiedad. Por un momento se había imaginado cómo lo transportaban dentro de la caja, sin darse cuenta de que aún vivía. Sin fuerza ni para gritar, ni para cocear, tan sólo para arañar débilmente las paredes tapizadas de seda y para escuchar a uno de los portadores decirle a otro: “Puede ser que esta madera tenga termitas?“ Termitas? Que soy yo! Estoy vivo! Abridme! Pero nadie le oía y cada bocanada de aire se hacía más densa y su cerebro hervía en un chup-chup in crescendo. Sus neuronas procesaban tan aprisa que era imposible devolverle a ese estado semi-cataléptico que era el único que le podía permitir la búsqueda de una solución.
Uno de los hombres le devolvió a la realidad. “Y además lo mejor de todo es que la viuda ha pedido al jefe que le ayude para encontrar un buen epitafio”, dijo.
- Te lo puedes creer? - siguió -. El rey de las frases ocurrentes pendiente de Horacio Gris, el enterrador, para lucir su última sentencia.
Aquello ya era demasiado! Carcajadas en la funeraria mientras un muerto, supuestamente un maniquí, está al límite de un ataque de nervios.
Edgar recuperó fuerzas para abrir aquella tapa imaginaria que le oprimía y, empapado de sudor, decidió que no aguantaba más. Se levantó silenciosamente, con mucho cuidado. Y como si no pasara nada, estoicamente, pasó por delante de los dos sorprendidos contertulianos.
- Vale chicos – dijo – yo voy pasando....
Los dos asistentes vieron, embobados, como Edgar, ya en la calle, arrancaba a correr. El susto fue de campeonato.
Por la mañana siguiente Edgar miraba la página de sucesos de “La Vanguardia“ con orgullo.
Robo en la funeraria “El Reino de los Cielos“ con extraño rito satánico.
Explicaba con mucha imaginación que un ladrón perteneciente a una secta demoníaca irrumpió en el negocio de Horacio Gris para robar una gran cantidad de dinero, cambiando de lugar el cadáver embalsamado de Biel Lugo, el humorista.
A unos kilómetros de distancia los dos inseparables acólitos del señor Gris también estaban orgullosos repasando las páginas de sociedad del mismo periódico.
Última extravagancia del lunático Biel Lugo, se leía a pie de foto.
En la foto una lápida con este epitafio: Vale chicos, yo voy pasando...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)