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Algo le pasa a Rufus


Ya tuve una premonición esta mañana, al levantarme. Un mal presagio. Rufus estaba en un rincón. Tembloroso, acurrucado.
- Qué te pasa, gatito? – le dije.
Ni un triste maaau. Me miró, como asustado, y siguió en esa postura. Con su motorcito encendido…,runrunrunrun. Normalmente me sigue hasta la cocina, haciendo eses entre mis piernas, refregándose cada vez que me paro. Pero esta mañana nada le importaba, como si se escondiera de algo.
- Toma Rufus – grité, mientras sacudía el saco de pienso.
Nada! Lo normal hubiera sido un pequeño terremoto, garras deslizando por el parqué, maullidos histéricos, pero nada.
- Estás enfermito, cielo?
Cada vez que le decía algo era como si tuviera un pequeño susto. Enérgicamente, como en un tic espasmódico, se giraba violentamente. Olía el aire, oteaba el entorno, y volvía a acurrucarse. Pensé que todo era muy extraño y que, si seguía con esta actitud, mañana lo llevaría al veterinario. Al salir de casa, lo reconozco, estaba un poco preocupada. Siempre me alteran los cambios inesperados de actitud, ya sean de un gato o de la persona más querida. Pero no tenía tiempo, mi avión despegaba a las diez y casi eran las nueve. Bajé la escalera a todo tren y, al pasar por el primero, el perro de mi vecina se puso a aullar. Cuando estuve unos escalones más abajo paró. Muy extraño, todo muy extraño. En el vestíbulo me crucé con Pepa, la portera, que estaba abrillantando las placas doradas de las oficinas del entresuelo.
- Buenos días, Pepa!
O no me oyó o yo iba demasiado aprisa y no percibí su respuesta. Ni tan siquiera se giró. Bah, siempre ha sido alguien muy especial, pensé. Es capaz de darte un monólogo sobre las alubias del mercado y al día siguiente girarte la cara haciendo la despistada. Lunática!
Al salir a la calle una explosión de luz me cegó y, como por arte de magia, me vino a la memoria el sueño de la noche anterior. Mal sueño para recordar esperando un taxi que me llevara al aeropuerto.
- Abróchese el cinturón, por favor! – me mandaba el sobrecargo.
- Pasa algo?
- Abrócheselo por favor!
Muy buena cara no tenía.
Al mismo instante yo miraba por la ventanilla y observaba un motor perdiendo lo que parecía ser combustible.
- El motor, el motor!! – decía yo agarrando al sobrecargo por el cuello de su uniforme.
- Está todo bajo control, señorita. No hay porque preocuparse.
Por suerte me desperté antes de que pasara nada, lo último que recuerdo es que el combustible se encendía. Después un ruido ensordecedor y gritos, muchos gritos.
Los sueños tienen su significado y casi nunca quieren decir lo que muestran. Se tiene que hurgar y hurgar para encontrarles el sentido.
Un cambio? El trabajo? Martín? No, Martín no. Últimamente lo nuestro marcha bien. Vaya, ahora que lo pienso, le dije que llamaría antes de marchar.
- Nada, qué extraño! Y cómo es que me ha llamado tantas veces esta noche y yo no oí nada?
Bueno, la verdad es que estaba muy cansada y me pasó la noche como en un chasqueo, ya lo probaré más tarde, en el aeropuerto. Aún tengo tiempo de comprar el periódico mientras llega el taxi. Paco está de espaldas, ordenando los periódicos del día.
- Buenos días, Paco – le digo.
No me oyó, está absorto en su tarea. Bah, cogeré el periódico y no le entretengo. Le dejo el dinero en el mostrador.
Pero, carai, qué es esto? Noticia de portada. No me lo puedo creer!
“ Airbus 320 de Iberia se estrella en los Monegros a las 10’30 de la mañana. Sin supervivientes. Se busca la caja negra para… “
Cómo puede ser que no me enterara? Menos mal! Es el mismo avión que yo debo coger hoy. La misma hora, sólo un día de diferencia. Si en vez del 13 de febrero lo cojo el 12 no lo explico. Y eso que a mi el 13 me da escalofríos. Ahora mismo me dieron escalofríos, incluso estoy aterida…
Se acerca un señor al quiosco.
- Hola Paco!
- Hola, señor, buenos días – contesta el quiosquero.
Al menos a él le oyó.
- Oiga Paco, no tendrá un periódico de ayer? Lo necesito.
- A ver… Creo que alguno hay… Mmmm , sí. El Periódico, 13 de febrero, aquí está.
Que no Paco! Hoy estamos a trece! Mira mi periódico, mira…
No, no es posible!
No me oye. Habla con el señor.
- Una chica tan maja! – dice Paco, señalando mi edificio.

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