Publicidad

Bombero


Cuando uno se apuntaba a las oposiciones para bombero, como es mi caso, quizás su objetivo principal era el de verse inmerso en múltiples aventuras con el añadido importante de ayudar a los demás.
Fue una de las preguntas que me hicieron en el test psicológico.
- Por qué se inclina Vd. por esta profesión?
- Para ayudar a los demás!
Esta la contesté bien, seguro. Vi al psicólogo asentir con la cabeza y sonreír con satisfacción.

Estoy al volante de un rojo camión-escalera, con la sirena a todo volumen, pisando a fondo. Los coches se apartan, los niños nos señalan, las viejecitas se asustan. Todos se preguntan dónde vamos, de esto estoy seguro. El morbo, la curiosidad, es muy potente cuando hacemos acto de aparición. Algunos se han girado buscando la negra columna de humo que nos reta a lo lejos. O intentando encontrar el atasco producido por un accidente mortal, con víctimas atrapadas entre el amasijo de hierros, producido por el choque de varios vehículos.
Sé que está mal pensar así, pero ojala fuera cualquiera de estas suposiciones. Me da vergüenza servir para esto. Usar los impuestos que pagan los ciudadanos para una representación como la que nos espera. Un gato! Un gato ha subido a un árbol y no sabe bajar. O no quiere, ya sabemos cómo las gastan algunos gatos.
Hacemos nuestra entrada triunfal en el barrio residencial y paramos delante de una casa parecida a todas las casas del vecindario. Delante de ella, en medio del jardín, se levanta un árbol de dimensiones colosales. A mí, que no entiendo de árboles, me parece un arce. Cuando piso las hojas tostadas que crepitan a mi paso lo confirmo.

- Con la escalera imposible – dice mi compañero.

Demasiadas ramas nos impiden su montaje.

- Pues yo no trepo – digo.

El gato está alto, muy alto. Un corro de gente, con la cabeza inclinada, mirando hacia arriba comenta posibles soluciones.

- Quizás llamándolo por su nombre – dice una niña.
- Y cómo se llama? – pregunta mi compañero.

Nadie lo sabe, nadie sabe a qué casa pertenece ni quién es su dueño.
Yo repaso el barrio con la mirada en busca de alguien preocupado, pero nada. Sólo veo a una chica en un jardín cercano lavando un coche. Con la manguera a todo gas, salpicándose hasta casi la transparencia absoluta. Ve que la miro y me aguanta la mirada hasta saludarme, con una sonrisa tirando a tórrida. Me hace un gesto con la mano. Ven!
Esto no lo había comentado, pero una de las ventajas de mi profesión es el tono erótico que siempre ha tenido. Y cuando no es aquí, es allí, pero siempre vamos plantando la bandera de nuestra buena reputación.

- Yo ya sé cómo se llama el gato! – digo de repente, con energía.
- Cómo? – pregunta mi compañero.
- Se llama igual que tú! Aquítequedas! – seguro que lo conseguirá, un día por ti otro por mi.

2 comentarios:

  1. sutileza...al servicio de la imaginación...

    ResponderEliminar
  2. El bombero sutil, era un gran título... Se me escapó!

    ResponderEliminar